Fran vuelve de Londres porque ha encontrado trabajo aquí y hemos decidido irnos a vivir juntos. La verdad es que me va a venir muy bien compartir el alquiler con él, porque así podré ahorrar un poco.

Con los temas de dinero, queremos organizarnos bien. Al principio habíamos pensado incluirle a él en mi cuenta para que pudiera ingresar la nómina, pero al final no nos convencía del todo.

Creo que es mejor tener una cuenta en conjunto para los gastos comunes y una individual para cada uno. Al estar los dos, cada uno podrá tener una tarjeta a su nombre y sacar dinero o pagar con ella.

Creo que tener una cuenta cada uno por separado para los gastos individuales es mejor. Es que, si no, el mes que viene es su cumpleaños y quiero hacerle una sorpresa y ¡menuda gracia si ve el cargo en la tarjeta! Además, ¿qué más le da a él lo que yo me gasto los fines de semana con mis amigas?

Hasta aquí todo bien, pero luego lo hablé con mi madre y, como siempre, las madres poniéndose en lo peor, me preguntó: “¿Y qué pasará si uno de los dos se queda sin trabajo?”. Y la verdad es que me hizo pensar. Pero bueno, al final lo más lógico es compartir los ingresos del que todavía tiene trabajo.

Pero bueno, la idea es ponernos a ahorrar en seguida para tener un colchoncito para situaciones de este tipo. Porque puede ser perder el trabajo o cualquier otra cosa. Como que se me estropee la moto…

Lo primero para vivir juntos es tenerlo todo muy hablado, incluso el dinero. Tenemos claro que vamos a hacer un viaje juntos una vez al año; pues ahorraremos juntos para ello. También tenemos claro que quiero comprarme un coche. Bueno, eso lo tengo claro yo. Entonces tendré que ahorrar yo sola. Para los gastos comunes: cuenta común; para los objetivos comunes, igual. Para los objetivos y los gastos individuales, cada cual que se gestione como quiera. Nos vamos a vivir juntos, pero sin perder nuestra independencia.